El rey de la casa: relación padres/hijos.

Hace años alguien le preguntó a una de mis sobrinas: “¿Quién manda en casa papá o mamá?”. La niña, sin pensarlo un minuto y con la seguridad de un catedrático contestó: “En mi casa mando yo”.

En muchas de nuestras casas podría haber pasado lo mismo. Los niños son el centro de nuestros hogares, giramos en torno a ellos y no pocas veces, dejamos en sus manos la toma de decisiones: cuándo y dónde dormir, qué comer, qué vestir, qué canal de tv ver o dónde ir.

El ser humano, para su sana maduración, necesita un hábitat de amor y seguridad. Todos los niños deberían tener el derecho a nacer y vivir en el hábitat adecuado. Pero ¿de dónde proviene ese entorno?: Del amor y la estabilidad de los padres. La relación de los padres es el firme donde los niños sienten que pueden estar seguros.

Por ello, nuestros hijos NO necesitan que toda la vida familiar gire en torno a ellos. Necesitan que sus padres se quieran y que les quieran a ellos.

Y necesitan que sean sus padres los que les marquen los limites que les dan seguridad y que les señalan el camino. No deberíamos los padres delegar en nuestros niños pequeños determinadas decisiones para las que no están preparados por falta de maduración o de aprendizaje. Tienen que aprender a dormir, a comer, a comportarse y es responsabilidad de los padres decirles cómo hacerlo.

A veces, el exceso de información hace a los padres dudar de qué es lo mejor y esa inseguridad la transmitimos a nuestros hijos que no tienen directrices claras. (En otro post nos detendremos en este punto).

Por otro lado, la felicidad de una persona descansa en la capacidad de amar y ser amado, por eso, lo más importante que hemos de enseñar a nuestros hijos es a amar.

¿Cómo enseñar a un niño a amar? Amándole. Y amarles no es no contrariarles. A los hijos, pequeños o grandes, no hay que darles lo que nos piden, hay que darles lo que necesitan, lo que es bueno para ellos. 

Y enseñarles a amar es también ayudarles a salir de sí mismos y “ver” a los demás. Si no, se convertirán en egocéntricos, egoístas, narcisistas o tiranos. Amar es preocuparse por el otro, cuidarle, priorizarle, entender sus necesidades, trabajar para su felicidad. ¿Enseñamos esto a nuestros hijos? ¿Les ayudamos a experimentar que hay más felicidad en dar que en recibir?.

El mejor mensaje que un padre puede dar a su hijo es “la reina de la casa es mamá”. El mejor mensaje que una madre puede dar a su hijo es “el rey de la casa es papá”. Si te preocupan tus hijos, cuida a su padre/madre.

Sabemos que el órgano de aprendizaje de los niños no es el oido, es la vista. Los niños aprenden de lo que hacemos, no de lo que decimos. Por tanto, el centro de nuestra vida debe ser nuestro cónyuge. Esto no quiere decir que descuidemos a nuestros hijos. La experiencia me ha demostrado, una y mil veces, que cuando la relación de pareja de los padres va mal, la familia va mal. La buena relación de los padres es determinante para la estabilidad y felicidad de los hijos. Por eso, cuidando nuestra relación de pareja estamos cuidando a nuestros hijos.

Los padres de hoy, en no pocos casos, mimamos a nuestros hijos y educamos a nuestro cónyuge. Estamos desordenando las prioridades. Deberíamos educar a nuestros hijos y mimarnos entre nosotros. Así nuestros hijos serían mucho más felices y crecerían más sanamente.

Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. Lo mejor, pasa por enseñarles a amar. Ahí encontrarán el camino de la felicidad.

¿Los hijos unen o desunen?